Posteado por: Enzo Yapure | marzo 11, 2010

¡Salud!

  

Una media sonrisa se dibujó en mi rostro esta mañana cuando recibí la edición de Marzo de Esquire en mi oficina. En la portada, Leo Di Caprio -enfundado en unos impecables sweater, pantalón de corduroy y camisa Dolce & Gabbana- arroja con diversión, desprecio y estilo un vaso de whiskey hacia la cámara de Nigel Parry. Además de parecerme una carátula con movimiento y actitud, la imagen me transportó de inmediato hacia una fiesta en un fundo de las afueras de Piura, algunos años atrás.

No me enorgullece contar el siguiente episodio, pero he jurado una relación de franqueza en la nueva temporada de este blog que consiste en escribir exactamente lo que me provoque, que no es otra cosa que lo que me salga de los cojones.

Aquella madrugada, camino a la ebriedad (de ésas que sólo se dan en Piura, ¿por qué será?), cometí una de las peores estupideces de mi vida. Una de las amigas más gordas de la que entonces era mi novia se me acercó para reprocharme no sé qué cosa. No recuerdo qué me reclamaba esta chica, pero sí que era obesa y que estaba beoda. El in crescendo de los gritos -que yo soportaba a través de nieblas, con ojos confundidos, como si se tratara de una pesadilla- terminó en una sonora cachetada que desacomodó mi nuca y rimó con el beat de «Atrévete- te- te» de Calle 13. Mi reacción tuvo la diversión y el desprecio, mas no el estilo, de la imagen de Di Caprio esta mañana en mi oficina (salvando las inconmesurables distancias, usted entiende, es inteligente). A falta de un arma blanca y ante la imposibilidad social de devolver el golpe (soy un caballero), me defendí con lo único que tenía a la mano: varios mililitros de whiskey volaron hasta la cara de la cebosa agresora, acompañados (y esos sí deben haber dolido) de tres cubos de hielo a medio disolver.

Minutos después, tres gorilas vestidos de rojo me sacaban a empellones de la fiesta mientras yo maldecía a todo el mundo en medio de un espectáculo deplorable. Siempre que me pasa algo malo, me repito: «algún día te reirás de todo esto», y en casos como éste me funciona. Ahora, a la distancia, ¡qué cague de risa!

No justifico las agresiones contra las chicas bajo ningún término, ¿eh? (mi reacción fue injustificable), pero sucede que soy un feminista declarado y creo que cuando una mujer nos pega sin motivo se está comportando abusivamente. Nunca me ha vuelto a suceder, felizmente. Las siguientes veces que me han abofeteado han sido con justa razón (infidelidades, reprimendas maternales, en fin… esas cosas que pasan cuando te portas mal), y sin ninguna reacción de mi parte.

Excelente portada. Imperdible el editorial del editor David Granger sobre las nuevas tecnologías en la industria revistera: «The magazine is the message».


Respuestas

  1. Siempre un gusto leerte Renato… que bien que te des un tiempo para contar el episodio del que fui testigo in situ…jajaja, y de una defensa férrea para que los amigos «gorilas» de la rolliza inconmensurable no te dejen como Rocky Balboa..jaja.. Un fuerte abrazo. Buen relato…

    • Jajajaja. Mil gracias, Pedrito. Por todo. Intentaremos publicar más seguido.

      Un abrazo, hermano.

  2. Jajaja, yo tmbién me acuerdo..que mate de risaa!! jajajaa
    prometo escribir mas seguido!!

  3. Dale, necesitamos tus aportes, querida!

    Cuándos nos juntamos?


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