Virginia no está muy bien. Desde la última vez que hablamos he notado un cambio en su semblante. Ya no es la misma joven emocionada que me hablaba de sus planes con su novio… ahora, cada que lo menciona lo hace con cierto desinterés y nostalgia.
Es como si todo lo que sentía estuviera condenado a caer, como si los planes que hicieron con firme convicción se hubieran tornado abstractos, lejanos y parcos. De un momento a otro la relación que era sólida, ya no lo era más, y su interés empezó a dispersarce entre la gente que fue conociendo. No le atraía nadie más, pero quería estar sola.
Mientras la escuchaba me di cuenta que nada de lo que uno está seguro hoy día, es seguro mañana. Las personas cambian, y también lo hacen sus gustos e intererses.
Todo esto me lleva a pensar que uno al amar a alguien lo hace con irremediable fragilidad, que la gente que ama ama con esfuerzo y dedicación. Basta algo fuera de su sitio para provocar una hecatombe en la cabeza de uno, y si no se trabaja en ello a tiempo, todo está condenado a sucumbir.
Virgina me contó que lo ama, pero que lo necesita lejos; que quiere dejarlo, pero que necesita saber que estará bien; que le parte el alma verlo sufrir, pero ella sufre al no estar segura de lo que siente; que ni bien se aleja, siente la necesidad de abrazarlo…que lo quiere pero- por el momento- no a su lado.
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